viernes, 8 de junio de 2007

EL LEGADO DE LA BAUHAUS

Cuando hablamos de vanguardias, es imposible no referirse a la Bauhaus, la escuela de artes y oficios, vanguardista por excelencia. Fundada por el arquitecto Walter Gropius, la Bauhaus nació y murió en el período entreguerras, bajo el alero de la Primera República Alemana. Resulta paradójico que la más moderna de las instituciones haya funcionado en dos condados principescos como lo eran Weimar y Duhauss, estableciéndose en una gran ciudad como Berlín, sólo en 1933, el año de su clausura a manos de los nazis.

Walter Gropius y a sus espaldas el diseño del Chicago Tribune Tower, pionero de la arquitectura moderna en 1922.El espíritu con el que nació y se desarrolló la Bauhaus es el de una convergencia entre la industria, el arte y los oficios en virtud de un único objetivo: la construcción del futuro. Según el manifiesto de la Bauhaus, elaborado por su director y fundador, Walter Gropius, “el fin último de toda actividad creativa es la construcción”. Entre arte y artesanía, no existen más diferencias que las que la ideología de las elites han construido. Arquitectos, pintores y escultores deben volver a los talleres, puesto que es en la práctica constante donde aparece la inspiración- completamente inconsciente al artista- necesaria para las obras maestras.
Paul Klee “Temple Gardens”, 1920. Tanto Klee como Kandinsky son reconocidos mundialmente como referentes obligados del arte expresionista.

No podemos hablar de un estilo de la Bauhaus. Para sus integrantes habría sido algo sacrílego. Un principio motor de la Bauhaus es la constante renovación. De hecho, la escuela no se parece en ningún momento a sí misma. Si bien contaba con un programa multidisciplinario de enseñanza, cada maestro era libre de hacer lo que quisiera, porque el arte, según Gropius, “no se enseña, se practica”. Existía un plan común que proponía una base desde la luego se aprendía el uso de diversos materiales, no se concebía un pintor que no esculpiera, ni tuviera nociones de la construcción de un edificio. Éstas clases estaban guiadas por los maestros mejor preparados de la escuela, como lo eran Laszlo Moholy-Nagy, Oskar Schlemer, Wassily Kandinsky, Johannes Itten, Josef Albers y Paul Klee. Luego, la enseñanza se volvía lo más anti-académica posible; cada cual tenía libertad en la creación.
El fin de la Bauhaus era la fundición entre el arte y lo cotidiano; un estadio de constante creatividad, privado de barreras clasistas. La creación está en virtud de una función emancipadora de la sociedad. Contrarios a la crítica conservadora a las nuevas tecnologías, la Bauhaus se caracterizó por una neofilia sin límites. La modernidad se estaba olvidando de su promesa de emancipación, por ello había que rescatarla. Pero, este rescate no debía significar un retroceso, sino, al contrario, un avance hacia nuevos horizontes en la vida del humano. El reemplazo del hombre por la máquina en ciertos aspectos de la producción, no tenía porqué significar la renuncia de éste a lo que lo constituía como humano: la creación. La innovación es lo intrínsicamente humano.
Por eso había que alejarse de los dogmas. Para ello, cada idea nueva sobre tendencias o fines creativos era debatida en grandes asambleas constituidas por profesores y alumnos. El espíritu de la Bauhaus, para Josef Albers se refleja en una cita a Gropius donde este declara “”.

LA FOTOGRAFÍA Y LA BAUHAUS.
Cuando hablamos de la Bauhaus, es frecuente que pensemos en disciplinas como la arquitectura, pintura o escultura. La fotografía, por su parte, no es tan asociada a la Bauhaus porque no jugó un rol tan protagónico en la historia de la escuela como otras disciplinas. De hecho, no estaba dentro del currículum de enseñanza en los comienzos de la escuela.

Sería la llegada de Laszlo Moholy-Nagy a la escuela, en 1923, la que instauraría a la fotografía como uno de los campos a desarrollar. De procedencia húngara, Moholy-Nagy se consideraba a sí mismo pintor antes que fotógrafo.
Laszlo Moholy- Nagy “Celos”, 1927. Moholy- Nagy fue uno de los primeros en advertir la gran versatilidad de la fotografía tanto para relatar como para sugerir.En su publicación “Pintura, Fotografía, Film”, aparecida en 1925, y que constituye el octavo volumen de los “Libros de la Bauhaus”, intenta esclarecer las relaciones entre la pintura y la fotografía, tomando partido por una franca demarcación entre las dos disciplinas. Para Moholy-Nagy la fotografía constituía un medio creativo ideal para una “nueva manera de ver las cosas”. Mientras la pintura se dedicaba a darle forma al color, el papel de la fotografía era el de otorgarle cuerpo a la luz.
Moholy-Nagy es uno de los pioneros en la fotografía experimental de los años 20. Sus fotogramas son verdaderas obras maestras en las que trabaja con el contraste y la luminosidad mediante el montaje. El artista nos describe su técnica de la siguiente manera: “Se trata del acoplamiento de diversas fotografías, de una (...) tentativa metódica de representación simultánea: superposición de juego de palabras y visuales; una fusión extraña e inquietante, a nivel imaginario, de los procedimientos imitativos más realistas. Por ellos pueden al mismo tiempo narrar algo, ser sólidos y concretos, más veraces que la misma vida”.
Laszlo Moholy-Nagy “Muñecos”, 1926Luego del cierre de la Bauhaus, “instigadora del bolchevismo cultural”, Moholy-Nagy se pasó por Amsterdam y Londres, para radicarse finalmente en Chicago, donde dirigió una naciente escuela de fotografía y diseño, a la que él bautizaría como “La Nueva Bauhaus”.
Detrás de todo gran hombre se esconde una gran mujer dice el cliché que, en este caso, se cumple plenamente. Lucía Schulz, más conocida como Lucía Moholy-Nagy, gozó de mucho menos fama y reconocimiento que su marido. Sin embargo, su obra adquiere mucho más valor desde el aspecto de la difusión: ella fue la encargada de fotografiar la gran mayoría de las obras producidas por la Bauhaus, desde edificios hasta artefactos domésticos, sin olvidar los retratos de los mismos artistas. Si bien su obra es menos experimental, encontramos en las fotografías de Lucía un depurado trabajo de la perspectiva y las líneas.
Sin embargo, no existió una clase exclusivamente de fotografía hasta 1929, cuando la escuela había dejado Welmar para establecerse en Dessau. El maestro encargado de ésta cátedra era Walter Peterhans. En su obra se aprecia una nueva forma de trabajar la fotografía mediante meticulosos montajes que exaltaban las texturas de fragmentos de artefactos, principalmente de metal y el vidrio.

2 comentarios:

inmeli dijo...

Es agradable tener distintos temas del arte a mano y con un lenguaje simple, casi sin recovecos intelectualoides.
Destaco eso de "judío que arranca sirve pa' otra guerra"...
Un abrazo, Meliza

Hicoso dijo...

Creo que se le da demasiado hincapié al trabajo de Moholy-Nagy en el artículo. Si bien gracias a el se llegó a considerar la fotografía dentro de la escuela, solo se impulsó como un medio de experimentación y no fue considerada como sujeto de real estudio hasta el cambio de dirección con Hannes Meyer que incorporó a la docencia a Walter Peterhans quién formó (no en completa plenitud, porque este no quería que la fotografía fuera parte de la tipografía en el taller de publicidad) por lo menos a 16 fotógrafos en la escuela antes que cerrara en definitiva en 1933. Dándole bastos conocimientos en técnica y apreciación de la belleza según teorías de Kant y repasando conceptos de antaño citando enseñanzas de Platón y Pitágoras. Se debería ahondar un poco más en esa materia.